Tengo muchos olvidos
Olvidar dónde se dejaron las llaves, llegar a la tienda y no recordar qué es lo que se deseaba comprar, tener dificultad para recordar el nombre de objetos o de personas a pesar de sentir que se tiene en la punta de la lengua, olvidar la fecha de una fiesta o de su cita con el médico; todos ellos son olvidos frecuentes y que llevan a las personas que los experimentan a sentir temor de padecer el inicio de una demencia. Este temor incrementa su ansiedad y hace más difícil el recordar, cerrándose un círculo vicioso.
El proceso de evocar un recuerdo tiene que ver también con el hecho de haber incorporado previamente dicha información de forma adecuada en nuestro sistema de memoria. Esto implica un buen nivel de atención, y que a su vez está matizado por nuestra motivación. Si estamos motivados por lo que estamos haciendo y le prestamos la atención debida, es muy probable que logremos incorporar esa información a nuestra memoria, de tal manera que luego podamos evocar dicho recuerdo.
Lo que se altera en los estados depresivos o en la ansiedad es principalmente la atención. Al ejecutar un acto (por ejemplo, guardar una tijera en un cajón) lo hacemos sin atender a dicha actividad, distraídos, pensando en otra cosa. Así, no incorporamos en nuestro sistema de memoria dicho acto (el guardar la tijera en el cajón) y al intentar “recordar” dónde dejamos la tijera, no somos capaces de hacerlo, pero no por un problema de la memoria en sí, sino porque nunca incluimos esa información en ella.
Por el contrario, en los estados demenciales – sobre todo en la enfermedad de Alzheimer –, el problema principal inicial se encuentra a nivel del sistema de memoria, especialmente en lo que llamamos memoria anterógrada (capacidad de aprender información nueva) y no tanto en la memoria retrógrada (capacidad de evocar lo ya aprendido). Es por eso que, inicialmente, las personas con enfermedad de Alzheimer típica pueden recordar vivencias muy antiguas, pero no son capaces de recordar lo que comieron ese día, o si ya fueron a la iglesia, o si alguien los visitó en casa. La persona con enfermedad de Alzheimer incipiente padece lo que se denomina “olvidos patológicos”, cuya característica principal es que no es la misma persona la que los nota, sino terceros, usualmente sus familiares. Un ejemplo típico de olvido patológico es aquel en el cual la persona no sabe que ya tomó su medicación. Pide que le den la medicina (cuando ya la ha tomado) y se le explica que ya la tomó, la persona no lo recuerda, pero acepta que se ha olvidado porque el familiar se lo explica. Pasan pocos minutos y la persona vuelve a pedir sus medicinas (a pesar que ya se le había explicado que ya se le había dado). Y esta escena se repite varias veces, de tal manera que el paciente pregunta incesantemente por sus medicinas sin percatarse la misma persona de su olvido (son los familiares los que notan que la persona se olvida).
Ese tipo de olvido es muy diferente al llamado “olvido benigno”, cuya característica principal es que la misma persona es la que se percata de sus olvidos (donde dejó las llaves, palabras que no logra recordar y que interrumpen su discurso, etc) y no tanto los familiares. Los olvidos benignos son muy frecuentes en la ancianidad y son considerados parte del proceso de envejecimiento y no progresan a una demencia.
Diferenciar entre el inicio de una demencia o un estado ansioso – depresivo u olvidos benignos no siempre es fácil, y definir contundentemente qué es lo que padece el paciente puede tomar mucho esfuerzo, con evaluaciones neuropsicológicas profundas y en ocasiones solo el transcurrir del tiempo será lo que nos permita observar la evolución del problema de memoria. Si se concluye que el paciente realmente presenta un deterioro demencial se debe iniciar una serie de evaluaciones para determinar el tipo de demencia, sobre todo las llamadas “demencias reversibles” que pueden mejorar de sobremanera con el tratamiento pertinente.
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