La calidad del sueño nocturno depende de varios factores, siendo el más importante de ellos la “buena higiene del sueño”. Implica evitar la siesta vespertina (principalmente si no se duerme bien por la noche), tener un dormitorio confortable y sin distractores (televisión, computadoras, teléfonos inteligentes, etc.) y no realizar actividades laborales en la cama (responder emails, hacer llamadas, etc.). Dentro de la “buena higiene del sueño” también se considera no ingerir estimulantes cerca de la hora de dormir (cafeína, cacao) y cenar alimentos no copiosos.

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Si a pesar de llevar una buena higiene del sueño no le es posible dormir bien, entonces es momento de acudir al médico.

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El insomnio no es una enfermedad, sino un síntoma. Es decir, es la expresión de un proceso mórbido más complejo y que, lo más importante, requiere de un tratamiento para que sea viable manejar el problema del sueño. Las enfermedades más frecuentemente asociadas al insomnio son la ansiedad y la depresión.

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Tanto la ansiedad como la depresión afectan el estado de atención, colocando al paciente en un estado de constante alerta, con pensamientos recurrentes, síntomas autonómicos y síntomas somáticos, todo lo cual afecta al sueño.

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Otros problemas médicos que pueden interrumpir el sueño son el dolor, algunos trastornos hormonales, medicamentos, el síndrome de la apnea obstructiva del sueño, enfermedades cardiológicas o pulmonares, entre otros.

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Tratar el insomnio implica tratar su causa, tomar medidas generales para mejorar la higiene del sueño y, según el caso, utilizar medicamentos sedantes, entre otros. Un error frecuente es consumir hipnóticos sin tratar la causa del insomnio, lo que produce tolerancia y dependencia, con el efecto contrario: un incremento del insomnio.

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